La NASA redefine la visión del cosmos: Un mapa del universo en 102 colores y un “sándwich” gigante a mil años luz
Por lo general, cuando un arquitecto se propone diseñar un edificio, ya sea un rascacielos o un monumento, comienza trazando planos detallados que definen cada característica de la estructura. Sin embargo, nadie conoce al arquitecto del universo. Permanece fuera de nuestro alcance saber qué ocurrió exactamente en esas primeras fracciones de segundo después del Big Bang o qué sistema se utilizó para distribuir las galaxias y llenarlas de estrellas. Actualmente, el cosmos insondable en el que flota la Tierra es un extenso laberinto salpicado de cúmulos estelares, agujeros negros notorios y “calles” celestiales llenas de asteroides y cometas. Aunque ese arquitecto primordial haya ocultado bien sus secretos, los científicos de la NASA han desarrollado una herramienta capaz de desentrañar estos misterios analizando la luz en cientos de colores.
Esta misión recae sobre SPHEREx, un dispositivo de 488 millones de dólares que los científicos han apodado el “camarón mantis de los telescopios”. Lanzado el 11 de marzo de este año, este instrumento orbita a unas 400 millas sobre la Tierra y representa una de las creaciones más sofisticadas de los ingenieros de la agencia espacial. Su factor diferencial radica en su capacidad para manipular la luz y revelar información acumulada durante miles de millones de años de evolución cósmica. Mientras que la mayoría de los telescopios mapean una pequeña parte del universo con muchas longitudes de onda o una gran porción con pocas, SPHEREx hace ambas cosas simultáneamente, creando mapas en 3D del cosmos con una precisión sin precedentes.
La visión multicolor y la búsqueda de orígenes
La tecnología detrás de este explorador es, en esencia, simple pero potente: la espectroscopia. El instrumento recoge la luz de cuerpos astronómicos y la descompone en un arcoíris. A diferencia del ojo humano, que percibe solo siete colores, SPHEREx desglosa la luz en 102 longitudes de onda distintas gracias a sus seis detectores equipados con filtros degradados. Para funcionar correctamente, cuenta con escudos de fotones que lo protegen de la radiación del Sol y la Tierra, además de espejos que desvían el calor hacia el espacio profundo. Curiosamente, su forma cónica ha llevado al Laboratorio de Propulsión a Chorro (JPL) a bromear en redes sociales sobre su parecido con un collar isabelino para perros.
En su incesante viaje de norte a sur, SPHEREx rodea la Tierra unas 14,5 veces al día, capturando más de 3.600 imágenes diarias. Estos datos revelan colores invisibles para nosotros, como el azul eléctrico del hidrógeno caliente o el magenta de los cúmulos estelares. Shawn Domagal-Goldman, director de la División de Astrofísica en la sede de la NASA, destacó lo increíble que resulta la cantidad de información recopilada en sus primeros seis meses. El objetivo final es comprender la inflación cósmica, la energía oscura y la historia de cómo el Big Bang moldeó el universo, colaborando incluso con otros telescopios para estudiar fenómenos como el cometa interestelar 3I/ATLAS.
Un “sándwich” gigante a mil años luz
Mientras SPHEREx se encarga de trazar el mapa general del universo, el veterano Telescopio Espacial Hubble continúa demostrando su valía al enfocar detalles específicos y sorprendentes. Recientemente, los astrónomos han compartido una imagen fascinante de lo que llaman el “Chivito de Drácula”, el disco protoplanetario más grande jamás observado. Situada a unos 1.000 años luz de la Tierra, esta formación masiva de polvo y gas se extiende por aproximadamente 400.000 millones de millas. Para ponerlo en perspectiva, la NASA estima que su diámetro es unas 40 veces el de nuestro propio sistema solar.
Más allá de su curiosa forma, que recuerda a un sándwich celestial, los investigadores señalan que este “disco vampiro” podría ofrecer pistas cruciales sobre la formación temprana de sistemas planetarios, incluido el nuestro. El estudio, publicado en The Astrophysical Journal, sugiere que este disco inusualmente volátil podría representar una versión a gran escala y caótica de nuestro sistema solar en sus inicios. Oficialmente designado como IRAS 23077+6707, su masa se estima entre 10 y 30 veces mayor que la de Júpiter, y presenta características turbulentas que indican procesos dinámicos activos, como la caída reciente de material estelar.
El legado de observación continua
El peculiar apodo del objeto es un guiño a los orígenes de los astrónomos involucrados en el descubrimiento: uno proviene de Transilvania (de ahí la referencia a Drácula) y otro de Uruguay, donde el “chivito” es el sándwich nacional, similar a una hamburguesa. Kristina Monsch, coautora del estudio e investigadora del Centro de Astrofísica, señaló que estas nuevas imágenes demuestran que los “viveros de planetas” pueden ser mucho más activos y caóticos de lo que se esperaba.
Aunque el Telescopio Espacial James Webb cuenta con tecnología más moderna, no se debe subestimar al Hubble, lanzado en 1990. Este año ha capturado colisiones de rocas espaciales y ha creado el fotomosaico más grande de la galaxia de Andrómeda. Joshua Bennett, coinvestigador del estudio, afirmó que el Hubble sigue ofreciendo un asiento de primera fila para observar los procesos caóticos que dan forma a los nuevos planetas, permitiendo a la ciencia estudiar la creación del universo de una manera totalmente nueva, complementando así la labor de mapeo general que realizan misiones más nuevas como SPHEREx.