El auge del ajedrez inglés: de la gloria a la nostalgia y un curioso revés de la IA

Un impulso clave para el ajedrez británico

Hace más de cincuenta años, el empresario Jim Slater jugó un papel decisivo en el crecimiento del ajedrez en el Reino Unido. Conocido por haber salvado el duelo entre Bobby Fischer y Boris Spassky al duplicar el fondo de premios, Slater también ofreció un incentivo directo a los jugadores británicos: £5,000 para el primer británico que se convirtiera en gran maestro, y £2,500 para los siguientes cuatro que lo lograran.

La oferta estaba cuidadosamente diseñada, ya que había seis candidatos evidentes. Al final, Tony Miles, Raymond Keene, John Nunn, Jonathan Speelman y Jonathan Mestel recibieron los premios. Bill Hartston, a pesar de quedarse apenas a medio punto de la norma de GM en el torneo de Hastings —el mismo donde Slater hizo su anuncio—, no logró obtenerlo. No obstante, Hartston se consolidó más tarde como una figura reconocida en la televisión británica, compensando con éxito su paso por alto en el ajedrez competitivo.

Aunque la carrera empresarial de Slater colapsó poco después —él mismo se describió como un “minus millonario”—, cumplió con su palabra y pagó íntegramente los premios prometidos.

Un legado que sobrevive en los torneos senior

Hoy, en los años 2020, ese impulso que vivió el ajedrez británico es solo un recuerdo. Su huella más visible se encuentra en el dominio de jugadores y equipos ingleses en competiciones de mayores de 50 y mayores de 65 años, tanto a nivel europeo como mundial.

Actualmente, Inglaterra no tiene jugadores entre los 50 mejores del mundo, y solo cuatro figuran entre los primeros 100 del ranking global.

El ajedrez revive gracias a los medios y la tecnología

A pesar de ello, el ajedrez ha vivido un renacimiento global en los últimos cinco años. El fenómeno cultural impulsado por la serie de Netflix Gambito de dama y su protagonista Beth Harmon, la popularidad del campeón mundial Magnus Carlsen, y el auge de plataformas como chess.com y lichess.org han sido factores determinantes. Estas páginas web registran millones de partidas rápidas cada día.

Como resultado, los ingresos de los principales grandes maestros se han disparado, en parte gracias a torneos de alto perfil como el Grand Chess Tour organizado en St. Louis y el Freestyle Grand Slam, con una bolsa de 3,75 millones de dólares. Además, este año el ajedrez hará su debut en la Copa Mundial de Esports en Riad, Arabia Saudita, con partidas rápidas (10 minutos sin incremento por jugada) y un premio total de 1,5 millones de dólares.

Para 2026, el campeonato mundial oficial de la FIDE volverá al centro de la escena con una bolsa de 2 millones de dólares. El indio Gukesh Dommaraju defenderá su título frente al ganador del Torneo de Candidatos, compuesto por ocho jugadores.

Una IA moderna humillada por un clásico del pasado

En un giro inesperado, la inteligencia artificial de OpenAI, ChatGPT, protagonizó una derrota notable frente a Atari Chess, un juego lanzado en 1979 para sistemas que hoy parecen reliquias tecnológicas.

El ingeniero de software Robert Caruso compartió en LinkedIn cómo ChatGPT, tras hablar sobre la historia del ajedrez y la inteligencia artificial, aceptó el desafío de enfrentarse al juego antiguo con la confianza de quien ha visto Gambito de dama y se siente listo para competir por el título mundial. El resultado: una paliza total que duró más de hora y media.

Errores básicos y excusas digitales

Pese a tener una descripción clara del tablero y las piezas, ChatGPT confundía alfiles con torres, no seguía sus propios movimientos y se quejaba del estilo gráfico “demasiado abstracto” del Atari. Cuando Caruso cambió el sistema a notación estándar para nivelar la competencia, ChatGPT volvió a fallar estrepitosamente.

Lo más curioso fue que, tras cada movimiento erróneo, el chatbot culpaba a todo —excepto a sí mismo— por el fracaso, afirmando que “si empezamos de nuevo, esta vez ganaré”. Nunca ocurrió.

Una derrota simbólica y sin evidencia visual

El enfrentamiento es un ejemplo casi cómico de cómo incluso las IA más avanzadas pueden fallar ante desafíos simples, especialmente cuando subestiman la tarea. Mientras ChatGPT, entrenado con más texto del que cualquier gran maestro ha leído en su vida, fallaba una y otra vez, el viejo Atari simplemente hacía su trabajo —sin quejas ni fanfarrias.